SERES ESPIRITUALES FRENTE A SERES NO ESPIRITUALES: LOS DOCE RASGOS DE LA ESPIRITUALIDAD
Yo veo en mis intuiciones, tengan éstas relación con lo que sea, a Dios que me habla. Presto atención cuando «siento algo» con intensidad, y siempre sigo esa inclinación interior. Hubo un tiempo en mi vida en que no le hacía caso, pero ahora he cambiado de actitud, y estos sentimientos intuitivos siempre, siempre, me guían en la dirección del crecimiento y el propósito. A veces mi intuición me dice adónde debo ir a escribir, voy allí y la escritura surge siempre de manera espontánea y fluida. Cuando no he hecho caso de mi intuición, he tenido que luchar como un condenado y he echado la culpa al «bloqueo del escritor».
He llegado al punto en que no sólo confío en esa guía cuando quiero escribir, sino que me apoyo en ella en prácticamente todas las áreas de mi vida. He llegado a tener una relación privada con mi intuición: desde lo que debo comer hasta el
tema sobre el que debo escribir, pasando por la relación con mi esposa y con los otros miembros de mi familia.
Medito sobre ella, confío en ella, la estudio y procuro ser más consciente de ella. Cuando no le hago caso lo pago, y luego me repito a mí mismo la lección para que la próxima vez no se me olvide confiar en esa voz interior.
Imagino que si puedo hablar con Dios y llamar a esto rezar, en la creencia de una presencia divina tan universal, no es ninguna locura que Dios hable conmigo. Todas las personas espirituales de las que tengo noticia comparten un sentimiento similar. La intuición es una guía llena de amor, y esas personas son lo bastante prudentes como para no despreciarla.
9. El ser no espiritual odia el mal y está decidido a erradicar lo que cree malo. El ser espiritual sabe que todo aquello que odia y combate le debilita y que todo lo que defiende, todo lo que apoya, le da fuerza.
El ser no espiritual está siempre luchando; se pone del lado de los instrumentos de poder en una guerra contra aquello que cree maligno. Esta persona sabe lo que odia, y lo que percibe como males provoca en ella un gran torbellino interior.
Gran parte de su energía, tanto mental como física, está consagrada a lo que percibe como malo o malsano.
Los seres espirituales no organizan sus vidas para el combate. No están contra el hambre, están en favor de dar de comer a la gente y ocuparse de que todo el mundo tenga satisfechas sus necesidades alimentarlas.
Trabajan en aquello de lo que están en favor en lugar de combatir aquello de lo que están en contra. Luchar contra el hambre sólo debilita al que combate y le provoca ira y frustración, mientras que trabajar para que la población esté bien alimentada da poder a la persona.
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